Psic Oscar Barragan
Asesoria Psicologica

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El doctor John Barefoot de la Universidad de Carolina del Norte hizo pruebas con las personas que tenían síntomas de enfermedades cardíacas potencialmente serias. Cuando esas personas fueron a someterse a los procedimientos para medir el grado de obturación de sus arterias, se les hizo un test psicológico para ver hasta que punto solían estar enojadas. Por ejemplo, se les pidió que respondieran con qué frecuencia gritaban a sus hijos. El índice de obstrucción más bajo se halló en el grupo que tenía menos ira y las personas que eran más coléricas padecían mayor obstrucción. Ahora bien, esto no prueba que la ira bloquee las arterias, porque puede haber un tercer factor que cause tanto la ira como la obstrucción.
Así que estamos a la espera de un posible estudio, que prediga cómo estará una persona en el futuro basándose en cómo está hoy.
El doctor Redford Williams, de la Duke University, observó a un grupo de 2.000 trabajadores de una fábrica, que habían hecho un test 25 años antes en el que se incluía una mediación de su nivel de hostilidad. Entre los que sacaron una puntuación muy baja para la ira, un 20% había muerto. Casi un 30% de los que tenían una puntuación alta habían fallecido por enfermedades cardíacas, cáncer u otras enfermedades y por causas que ni siquiera estaban relacionadas con la salud como los accidentes. Esto sugiere que si se es una persona que padece ira crónica, se tiene una posibilidad y media más de morir, en un período de 25 años, que una persona que no la padece.
Los investigadores de la Facultad de Medicina de Harvard han descubierto que la emoción más común en las dos horas precedentes a un ataque de corazón grave era la ira. Una vez que se desarrolla una enfermedad cardiaca, la ira parece ser particularmente letal. A las personas que han padecido un ataque cardíaco, un ataque de cólera puede hacerles disminuir la eficacia el bombeo en un 7% o más, lo que para los cardiólogos supone un descenso peligroso en el flujo de sangre al corazón. En estudios realizados en las facultades de medicina de Standford y Yale, las personas que ya habían sufrido un ataque cardíaco y que se excitaban fácilmente, tenían dos o tres veces más posibilidades que otros pacientes de morir en otro ataque al corazón,en el plazo de una decada.

Habitualmente nos enfrentamos a situaciones límite que se tornan estresantes; es decir, hechos cotidianos que representan pequeños o grandes desafíos o situaciones frustrantes. Esos hechos provocan en nosotros una mayor tensión.
Pues bien, el estrés es una condición corporal que puede aparecer cuando una persona se enfrenta a una situación amenazante o extraña o como ya dijimos desafiante. Si la situación la resolvemos con naturalidad puede que no nos estresemos, pero cuando la situación es resuelta de una manera que no queríamos o deseábamos, es ahí donde aparece el estrés, después de la frustración o el descontento que provocó la situación.
También el dolor nos provoca una situación no sólo frustrante sino desagradable que se traduce en estrés. Y todo nuestro cuerpo segrega diferentes hormonas y metabolitos producto de esa situación estresante.
De como nos enfrentemos al estrés, dependerá como nos afectara ese estrés.
Entonces, la suma de tensiones físicas y mentales a la que estamos sometidos permanentemente, puede configurar una situación de estrés cotidiano.
Los niños también tienen tensiones cotidianas causadas por desafíos que ayudan a desarrollar nuevas habilidades y patrones de comportamiento; sin embargo, cuando esta llega a ser excesiva, puede ser destructiva.
Tanta tensión en la mente y cuerpo puede desarrollar sensación de abatimiento, tristeza y llevar a una situación de malestar general.
Cuando esto ocurre, se suele comenzar a sentir una sensación abrumadora: se percibe que se deben hacer demasiadas cosas en poco tiempo, o se siente enojo y muy mal humor con uno mismo y con los demás, luego parecería como todo lo que uno emprende sale mal.


¿Qué síntomas siento cuando tengo estrés?

Hay un número diverso de síntomas que son originados por la presencia del estrés:

1. Irritabilidad general, hiperexcitación o depresión. Esto va asociado con agresividad anormal o con indolencia, según nuestra constitución física.
2. Palpitación cardiaca, indicadora de tensión arterial elevada (debido al estrés) que puede llegar a provocar dolor en el pecho, con falta del aire.
3. Sequedad en boca y garganta.
4. Conducta impulsiva y gran irritabilidad emocional.
5. Impulsos irresistibles de gritar.
6. Incapacidad de concentración, pensamiento flotante y desorientado en general, o reiterativo y perseverante sobre algún problema acontecido.
7. Sensación de irrealidad, debilidad o vértigo.
8. Predominio de la sensación de fatiga y pérdida de la “alegría del vivir”.
9. “Ansiedad flotante”, es decir tener miedo sin saber de que o a que.
10. Tensión emocional e hipervigilancia, sensación de estar sobreexcitado.
11. Temblores, tics nerviosos.
12. Tendencia a asustarse fácilmente por cualquier ruido no habitual.
13. Risa nerviosa y chillona.
14. Tartamudeo y otras dificultades del habla.
15. Bruxismo o rechinar de dientes.
16. Insomnio de conciliación: dificultad para comenzar el sueño; o insomnio de despertar: la persona se despierta antes de la hora prefijada y no logra volver a dormir.
17. Hipermotilidad, técnicamente llamada hiperkinecia, que es la tendencia a ir de un lado a otro sin razón, e incapacidad para detenerse en actitud relajada en un asiento confortable.
18. Sudoración profusa si la presencia de un excesivo calor. Manos frías y sudorosas. Fatiga.
19. Necesidad frecuente de orinar.
20. Diarrea, indigestión, nauseas, a veces vómitos. Todos estos son signos de los trastornos en el sistema gastrointestinal o puede tener constipación pertinaz.
21. Cefalea migrañosa.
22. Tensión premenstrual o desarreglos de los ciclos menstruales.
23. Dolor en el cuello o en la parte baja de la espalda, generalmente debido al aumento de la tensión en los músculos de la espalda.
24. Falta o exceso de apetito, esto se verifica rápidamente por las alteraciones frecuentes del peso corporal, acompañado por trastornos en la alimentación: obesidad, desnutrición, anorexia, bulimia. Esto ocurre porque el estrés modifica algunos neurotransmisores en el cerebro y sobre todo en el centro del apetito y en los centros que tienen que ver con la sensación del placer, provocando una disminución de los mismos y por eso la persona se puede encontrar sin apetito, no le siente gusto a nada, sin placer oral o con excesiva ansiedad por comer algo rico pero nada satisface su sensación.
25. Pérdida del apetito por disfunción gastrointestinal, es decir, el estrés aumenta la secreción de ácido clorhídrico y a partir del estómago en adelante la digestión es irregular, provocando vómitos, nauseas, dolores, malestares, cefaleas y hasta diarreas o sangrado en el tubo digestivo (hemorragia digestiva alta con melena). Y consecuentemente un estado anémico que acarrea más estrés y mayor malestar.
26. Aumento del vicio de fumar.
27. Aumento del uso de fármacos legales (especialmente tranquilizantes).
28. Adicción al alcohol y/o a drogas ilegales. Esto ocurre porque nuestro centro del placer se encuentra insatisfecho y tratamos de escondernos para olvidar la causa de nuestro “disestres” (estrés en forma discordante y abundante) o lo que tanta frustración nos provoca. A veces pasamos a estados de “euestres” es decir el mismo estrés pero con cierta situación de euforia desenfrenada. Esta sería la antesala de los desórdenes bipolares con euforia y depresión pasando de uno a otro estado por temporadas.
29. Pesadillas frecuentes, repetitivas y/o incoherentes.
30. Conductas neuróticas, “quiero pero no”.
31. Psicosis, observación de la realidad alterada, con una visión de lo real totalmente distorsionado.
32. Tendencia a los accidentes, que en general encubren una cierta conducta suicida.
33. Tristeza, apatía, sensación de inseguridad, sensación de carencia directiva, sensación de menor valía o desesperación, tendencia a la postergación, retraimiento o aislamiento.
34. Higiene personal deficiente, apatía en la forma de vestirse o arreglarse.



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